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sábado, 3 de agosto de 2013

A love story PARTE XIX

Gonzalo a unos seis metros de distancia. Gonzalo con una mirada fría. Gonzalo sosteniendo una piedra de ladrillo. Gonzalo levantando el dedo índice de la mano derecha haciendo señas de 'silencio, callate, que no se te ocurra abrir la boca'. Gonzalo girando hacia la pared amarillita del negocio de plantas que está detrás de él. Gonzalo escribiendo con la piedra de ladrillo la palabra "PUTA" en grande, legible a unos veinte metros incluso. Gonzalo subrayando la palabra, remarcando con esmero la letra 'P'. Gonzalo mirando nuevamente con frialdad. Gonzalo levantando el dedo índice (ésta vez) de la mano izquierda, haciendo de nuevo las señas de 'silencio, callate, que no se te ocurra abrir la boca'. Gonzalo marchándose y desapareciendo detrás de los arbustos. 
Como si se hubiera difuminado.
Pero la palabra "PUTA" seguía allí.
- Che, ¡que cara! No me digas que el sol me hace ver tan mal. Hace un par de días que no me ves nomas Anni...
- ¿Eh? ¿Qué? Si estas hermoso todo quemadito así. Qué decís.
- Te extrañe muchoooooooooooo.
- Ahá, yo también. ¿Vamonos de acá? Me dio un poquito de hambre. Vamos al centro mejor.
- Mm bueno, como quieras, ¿pero está todo bien?
- Sí, no es nada. Contame que hiciste, dale, que tan triste quedó Brasil sin mi. Me muero por saber.
Lucas empezó a hablar con mucho entusiasmo. La cabeza de Anna iba a diez mil. No podía creer lo que acababa de ver, no podía entender por qué no había reaccionado y hecho algo al respecto. Sin embargo, los ojos de Gonzalo y esa constante opresión que generaba la habían dejado quieta cual estatua histórica de un museo antiquísimo fuera.
- ¿Te das cuenta?
- Ahá.
- ¿Y, qué opinas?
- Esta bien, me gusta.
- Pensé que me ibas a decir todo lo contrario. Pero bueno, mejor para mi… Ya había programado una excusa perfecta.
- Esperá. ¿De qué hablas?
Lucas se puso más serio.
- De lo que viene ahora, Anna. Cuando terminen las vacaciones vos empezas lo mismo de siempre. Pero yo no, yo me voy a la ciudad, a empezar a construir mi futuro.
¡Clin! La cabeza de Anna comprendió todo. Lo que venia escuchando y respondiendo el diálogo con Lucas era su inconsciente. A nivel conciencia la pared escrita se estaba comiendo todo el papel principal de la obra… Un momento: ¡la conversación con Lucas era más importante! 
Anna, concentrate.
- Ahhhh exacto. Osea que vas a estudiar “eso” –puso un gran énfasis en hacer la cara de asco más representativa de todas- y no la hermosura de Cine y TV, ¿no? Que bien. Me súper alegro.
- ¡¡¡Me acabas de decir “esta bien, me gusta”!!! ¿Estás escuchándome? Por favor, no me hagas maquinar, que demasiado mal estoy con éste tema.
- ¿Y cómo no vas a estar mal si te estás mintiendo a vos mismo?
- Callate, basta.
- ¡Es que vos no te das una idea de lo genial que serías si estudiaras Cine y TV! Osea yo ya me imagino tu nombre por todos lados.
- Anna…
- Tenes miedo.
- ¿Y vos?
- Ok, cambiamos de tema, ¿te parece?
Para cuando Anna terminó la frase, Lucas ya estaba caminando con aires de superioridad haciéndose ver. Odiaba ser tan frágil y siempre terminar perdiendo. Sobre todo, y no haría falta aclarar, con Lucas.

Lucas. Lucas Lucas Lucas Lucas. Estúpido y sensual Lucas. La única cosa “sin explicación” que tenía Anna en su vida. Uno siempre tiene una mera idea del cómo, cuándo y por qué de algo... Lucas era la excepción a todo eso. ¿Cómo explicar la reiterada sensación de quedarse como una boba parada cada vez que ves a alguien? ¿O de volver a sentir algo aunque te hayas autoconvencido que ya es hora de cambiar? 
Después de una linda tarde en el centro, Lucas acompañó a Anna hasta su casa. Se sentaron un rato afuera porque estaba haciendo un clima hermoso. Todavía no habían regresado los padres de Anna y eso era un verdadero alivio, porque desde que llegaron no había tenido la oportunidad de contarles todo lo sucedido en Brasil. ¡Vaya noticia! Se habían encariñado con Gonzalo. Por momentos Anna recordaba lo de la pared y un escalofrío incómodo recorría su cuerpo. Cuando Lucas la saludó se quedó afuera esperando a que su figura desaparezca por completo. Odiaba esa sensación estúpida que le quedaba cada vez que lo veía, de andar con mirada perdida y una sonrisa plácida en su cara.
- ¿Cómo estamos, ah?
Anna se sobresaltó. Detrás de los arbustos de la entrada de su casa apareció Clara con su inconfundible esencia. Esencia molestera, obvio.
- ¡Ey! La próxima avisa que estás ahí, casi me matas.
- ¿Ese es tu noviecito?
- Sí, "mi noviecito".
- Está bueno la ver...
- ¡Sh! Callate. Vos sos una pendeja para él.
- Ay si, claro, imposible que en este primer minuto de diálogo que estamos llevando no te mandes ninguna 'viejada'.
- Cada vez que me decis algo de eso me ofendes, ¿sabés?
- Obvio, ésa es mi meta. Che, viejita, hoy un chico estuvo dando vueltas por acá todo el día.
¡Gonzalo! ¿Será posible?
- ¿De verdad? ¿Cómo era?
- Mmm, que se yo, alto, morocho, lindo, tiene un lunar en la cara.
¿Quién se cree para andar diciendole "lindo"? La voy a matar.
Un momento... Estamos hablando de Gonzalo, Anna. Dejá de decir estúpideces.
- ¡No puede ser!
- ¿Qué? ¿Qué pasó?
- ¿Viste algo más? ¿Qué hizo cuando andaba por acá?
- Emm, pasó un par de veces al frente de tu casa y miraba, pero nada más, que se yo.
- Ahá, bien, ¿eso nomás, no? ¿No se acercó a casa?
- No, que yo haya visto no, pero... ¿Por qué sos tan obsesiva así? ¡No entiendo nada!
Anna suspiró profundamente.
- Está bien, te voy a contar. ¿Puedo entrar? -hizo señas en dirección a la casa de Clara.
- Mm, no sé si debería dejarte entrar...
- Dale estúpida. Te cebo mates.
- Mm. No me gusta el mate.
Anna se quedó mirándola estupefacta. Clara ni se inmutó. Después de unos segundos, largó una carcajada y la invitó a entrar. La casa era enorme y muy linda, la mamá de Clara tiene un gusto hermoso para decorar. Lo del mate era cierto, pero bueno, Anna sabía preparar un Cappuccino riquísimo que seguramente la convencería. Mientras tanto, tomo una gran bocanada de aire y se dispuso a detallar detenidamente toda la historia de Lucas, Gonzalo, el encuentro escandaloso en Brasil y lo acontecido apenas unas horas atrás en la esquina de la plaza, más precisamente en la pared amarillita del negocio de plantas de Carlos. Tal vez iban a necesitar calentar el agua más de una vez.

Después de una hora, el ruido de un vidrio roto interrumpió la conversación.


TO BE CONTINUED


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