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jueves, 23 de febrero de 2012

A love story PARTE XI

- Anna, ¡¿dónde te vas?!
El corazón le iba a diez mil pulsaciones por segundo. Apenas había escuchado el grito de su mamá cuando la vio correr en dirección contraria, dejándola atónita y con los ojos bien abiertos. Cuando llegó al hotel, subió la escalera también corriendo y se dejó tumbar en la cama. Cerró los ojos y suspiró. Esto no le podía estar pasando. Esto no me puede estar pasando.
Se despertó de repente. Eran las 18.03, se había quedado dormida por 20 minutos y no entendía por qué estaba acostada en su cama, con la bikini todavía humeda y en una posición algo incómoda. Reflexionó un momento y se incorporó de repente. Antes de bajar observó su reflejo y se aprobó. A veces se creía mucho mas bonita en estado de sencillez total en comparación a sus noches de sábado. Salió disparando en dirección a la playa y no tardó en ubicar la figura que tantas veces había estudiado... Siempre tan igual, tan lindo, con los gestos inconfundibles que lo hacían único en todo el universo. Se detuvo en seco y sus latidos aumentaron. De repente sintió la necesidad de correr lejos de allí y esconderse. Ya era tarde...


Ya era la tercera vez que visitaban Florianópolis y nunca se arrepentía de volver. A pesar de ser hijo único, era de esa clase de personas que nunca se aburren y constantemente buscan algo que hacer, sin la necesidad de tener compañía. Además se sentía profundamente atraído por el mar, le fascinaba. Podría pasar tardes enteras en el agua, jugando con su tabla y las olas, viendo a los miles de turistas en la playa y analizando la posible situación de cada uno. Habían llegado hacía ya dos días y en vez de visitar el hotel de siempre, se vieron obligados a ir al de la playa norte porque estaba repleto. No le molestó para nada a partir de haber visto una especie de quincho a orillas de la playa lleno de luces y gente joven. Anotó en su lista mental la actividad "hacer nuevas amistades", y se prometió cumplirlo.
Ya podía sentir la sal del mar dentro de su estómago cuando decidió salir para comer algo. Su mamá, Graciela, lo invitó con un mate cuando lo vio aparecer. No recibió respuesta alguna y, a cambio, se sorprendió cuando lo vio correr en dirección al quincho de bebidas. Pensó en las raras actitudes de los adolescentes hoy en día y le pidió a su marido que le alcance el libro de Florencia Bonelli.


Posiblemente pasaría mucho tiempo, o incluso nunca pasaría, la oportunidad de hacer que Anna borre de su memoria semejante imagen. Definitivamente esto no le podía estar pasando, era uno de sus sueños, uno de sus posibles vuelos que hacía en su imaginación en donde era la protagonista de una película de amor y él corría hacia ella en cámara lenta... ¡Estaba sucediendo! ¡Ese era Lucas, la había visto, la había reconocido y en ese preciso instante recorría los 70 metros que los separaban! Y de repente... Estaba en frente suyo, a unos centimetros de su cara, jadeando y algo empapado en sudor, con los ojos clavados fijamente en los suyos mostrando una sonrisa torcida. Todo el cuerpo de Anna tembló. Sintió que estaba a punto de quebrarse y que perdía el equilibrio. Sintió que todo el mundo giraba. Sin pensarlo y sin siquiera sentirse preparada, lo besó. Como nunca se había animado a hacerlo. No le importo en lo más mínimo... Se sentía muy segura de querer hacerlo.

TO BE CONTINUED

domingo, 5 de febrero de 2012

A love story PARTE X

- Te voy a extrañar muchísimo.
- No quiero que te vayas.
- Dale, ¡no me la hagas más difícil!
- Te voy a extrañar yo también… ¿Me prometes eso?
- Sí, obvio que te lo prometo. Todas las noches te llamo desde el hotel. Vos pórtate bien acá, ¿eh? Voy a encargarle a Vicky que te vigile. Mi prima se viene acá, así que también te va a observar.
- Que feo, ¡dejás a esas dos chusmas para que me vean porque no confias en mi!
- Que tonto que sos Gonzi. Claro que confío. Sólo que en algunas personas no.
- No quiero que te vayas.
- Mi mamá me asesina si no estoy en casa en 5 minutos. Basta. Te voy a extrañar.
- ¿Entonces por qué te vas? Me dejás acá solo, como un perrito abandonado.
- ¿Querés venir conmigo? Dale, hagamos el plan de la valija. ¡Tengo una re grande en la que entras a la perfección!
- Que graciosa que sos. Dale, no te vayas…
- Oh, vení, dame un abrazo. ¡¡¡Te voy a extrañar!!!
Abrazos. Besos. Un “no quiero que te vayas” con un tono algo abrumado se escuchó en las ocuridad.
5.16 am. La puerta de la habitación estaba completamente abierta.
- Anna. –su mamá le acarició suavemente la mejilla- Despertate hija. Nos vamos, dale.
¿Cargué el mp4 o no? Espero que sí, espero que sí. Este va a ser un viaje largo. 
¡Largo pero con un gran punto de llegada! Brasil fue su sueño desde pequeña, ¡y lo visitaban por primera vez! A su lado, Martín dormía profundamente. Anna apenas podía cerrar los ojos, la emoción carcomía todo su cuerpo. Las vacaciones de este verano no podían ser mejor… Aunque lamentaba que Sofía, la mayor, no podía viajar por estar inmersa completamente en finalizar sus estudios. Era súper rígida, y a veces insoportable, en esos aspectos.
Después de unas interminables 49 horas casi contiguas sentada en el asiento del auto, un sol radiante de media tarde que quemaba junto con una loma de burro que los hizo saltar la despertó justo en el momento indicado para contemplar el centro de Florianópolis, una ciudad sin lugar a dudas hecha y derecha para el turismo.
Gente había por todos lados, los paisajes eran increíbles. A lo lejos divisó un par de negocios a los que insistiría en visitar, ¡los accesorios y la ropa eran bellísimos! Cuando bordearon la costa, con detenimiento centró la mirada en una especie de quincho con techos de paja con mucho estilo, justamente ubicado -para su sorpresa- a unos 50 metros de la bajada a la playa de su hotel. El auto frenó y todos aliviados suspiraron al hacer caminar sus piernas después de tanto tiempo.
No le llevo mucho tiempo acomodarse en su habitación, extremadamente cómoda a pesar de ser pequeña y simple. Se puso la bikini nueva, el vestidito floreado y el sombrero que le regaló su abuela. Saludó a mamá y le pidió una de las toallas sólo para sentarse en la arena, hacía alrededor de 39°C y no la necesitaría para secarse. El mar era su gran amor, desde siempre. Estuvo todo el tiempo dentro del agua jugando con las olas, apenas salió para hacerle señas a su familia que venía cargada de cosas para instalarse en la playa y pasar allí el resto del día. Después de ver el ocaso por primera vez en otro país, se calzó las ojotas y exploró un poco el territorio. El quincho ubicado a tan poca distancia era una especie de lugar de reunión en donde, todas las noches, jóvenes se juntaban a bailar y divertirse. No tardó mucho en afirmar interiormente que iría a ese sitio muy seguido, dejando escapar una sonrisa pícara que la hizo sonrojar. Volvió al hotel y se encontró con su hermano, jugaron un rato a las cartas y subieron a bañarse. Más tarde, bajaron al amplio comedor a cenar, y al cabo de un rato Anna subió a la habitación. Estaba realmente exhausta y prometió levantarse temprano para su primer desayuno. Necesitaba descansar. 

Era otro día maravilloso. Después de un desayuno algo cargado al estilo americano, se cambió y fue directamente a la playa. Mientras leía Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson muy concentradamente, escuchó a no pocos metros una voz algo familiar. Levantó la mirada y…

No. Esto no le podía estar pasando. Era extremadamente absurdo. EXCEDÍA LOS LÍMITES DE LA CASUALIDAD.
A una inverosímil distancia de Anna se los podía observar a Graciela y Horacio Vanger conversando muy animadamente, sentados en unas reposeras rojas. Siguiendo la misma línea en dirección al mar, las olas hacían aparecer y desaparecer la figura de un chico alto de cabellos oscuros algo alborotados por el agua, que sonreía felizmente.


TO BE CONTINUED

A love story PARTE IX


¿Hola? ¿Quién sos? Si no me decis voy a…
Tu tu tu. Llamada terminada.
No, basta. No podía pasarle de nuevo. Algo había que hacer. No será Anna, ¿no? No, no, no la creo capaz de hacerme esto. Apenas habían pasado 2 días desde que las llamadas misteriosas habían cesado de molestar a Lucas. Ya le había preguntado a todos sus amigos, su familia, incluso (y con cierta vergüenza) ¡a Juliana! Lo que, sin dudarlo, provocó el inicio de una tortura de chateadas en Facebook; Plic-plic, una ventanita aparecía en color azul, con un globito con el numero 1 en rojo… Lucas abrió en mensaje recién recibido.

Juliana Carena

Hola Luqui :) Se solucionó lo de las llamadas? Me quedé preocupada.

Lucas suspiró. Sabía que esto iba a pasar, ahora no le quedaba otra. Se mordió el labio inferior y, pensativo, apoyó los dedos en el teclado de su computadora.

Lucas Vanger

Hola Juli, cómo estás? Sigo sin saber quién puede ser. Si llegás a escuchar algo te agradecería que me lo cuentes .. Es molesto sabés? Igual vos no te hagas drama, gracias igual. Qué tal las vacaciones?

Listo. Lo había hecho… Él le dio charla. Ahora, a bancarse las consecuencias. ¿Bancarse?
Juliana era un año menor que Anna, iban al mismo colegio y muchas veces se cruzaban. Sus padres se conocían así que varias veces habían compartido tardes, e incluso vacaciones, cuando eran pequeñas. Cuando Juliana empezó la secundaria seguían siendo amigas, hasta que dejaron de hablarse sólo por distancias, nada más. Aún así, Anna nunca se hubiera metido con un novio -o ex- de ella, ¿en dónde quedaron esos recuerdos dorados de su amistad? En simples palabras, se había convertido en su enemiga peor desde el primer momento en que notó sus no disimulados intentos de acercarse a (por aquel entonces) su Luqui. Encima era una pesada de aquellas… Aunque eso a Lucas le gustaba. “Típica mina histérica que se hace la difícil y complicada cuando todo el mundo sabe que está totalmente enganchada con él” El estereotipo perfecto de las chicas actuales, que hacen torturar a todos los chicos pavos que aman lo difícil, lo “imposible”… Vaaamos, ¡si es más fácil que la tabla del 2! (N. de la E.: sabrán comprender mi transparencia femenina en este caso, ¿es que no se dan cuenta a caso? ¡Hombres!) En fin… ¿Qué ocurrió después? Por supuesto… Lo que imaginan.
- Che Juli, tengo un amigo que está muerto con vos.
- Am, cayate Lautaro, ¿querés?
- Dale, no te hagas la tonta… Te espera en el patio de atrás de la casa de Juampi, ¿vas?
No hace falta aclarar la rapidez con la que Juliana se arregló la prensa del pelo y salió. A Lautaro se le dibujó una sonrisa torcida.

Gonzalo la tenía algo embobada. Tanto como para que tooooodo el mundo (léase: compañeros de clase, amigos, los chicos de los otros cursos, las familias, etcétera) sepa de su nuevo “amigo”. Lo que más le gustaba a Anna era volver a eso que (personalmente) me permito nombrar como “la previa” de una relación. Mensajito que va, mensajito que viene, un par de sonrisas que inconscientemente no se puede contener, apenas algún “linda” que se escapa y aparece por ahí, darse toques en Facebook, unirse a grupos del estilo “Acá, sola, con el perro…”, que se traducen a un: “dale, ¿qué esperas?", palos cariñosos y la estúpida –pero linda- sensación de volar en una nube rosa con forma de corazones. Encima era tan bueno… Así como muy caballero. A veces demasiado. No es que Lucas no lo era, no, sólo que Anna estaba acostumbrada a otra cosa. Lo que no la convencía mucho era que, desde la primera vez en la plaza, Gonzalo se había convertido en un ser muy, a ver; cómo decirlo… Sí, pegajoso. Meloso. Pegote. Cargoso. Asfixiante. Ese estilo de chicos que te abrazan mientras caminan por la calle, por la plaza, en la casa, al frente de tus padres y los suyos, en el club… ¡En todos lados! Stop. No daba para que todos vean que Anna Van der Veen ya tenía una nueva historia. ¡Y con Gonzalo! Su compañero de curso durante los últimos 7 años. Y además, eso de ser tan pegados simplemente no se soportaba. Anna necesita espacio, ¿saben? Nada de toqueteos públicos. Incluso privadamente era un poco fría, por así decirlo. No vamos a catalogarla como una especie de roca dura, pero tampoco podemos compararla con un tarro de la miel más dulce de abejas. Pero bueno, por ahora se lo bancaba, a lo mejor se adaptaba, o se lo diría alguna vez. Gonzalo cambiaría, seguro.
TO BE CONTINUED