El corazón le iba a diez mil pulsaciones por segundo. Apenas había escuchado el grito de su mamá cuando la vio correr en dirección contraria, dejándola atónita y con los ojos bien abiertos. Cuando llegó al hotel, subió la escalera también corriendo y se dejó tumbar en la cama. Cerró los ojos y suspiró. Esto no le podía estar pasando. Esto no me puede estar pasando.
Se despertó de repente. Eran las 18.03, se había quedado dormida por 20 minutos y no entendía por qué estaba acostada en su cama, con la bikini todavía humeda y en una posición algo incómoda. Reflexionó un momento y se incorporó de repente. Antes de bajar observó su reflejo y se aprobó. A veces se creía mucho mas bonita en estado de sencillez total en comparación a sus noches de sábado. Salió disparando en dirección a la playa y no tardó en ubicar la figura que tantas veces había estudiado... Siempre tan igual, tan lindo, con los gestos inconfundibles que lo hacían único en todo el universo. Se detuvo en seco y sus latidos aumentaron. De repente sintió la necesidad de correr lejos de allí y esconderse. Ya era tarde...
Ya era la tercera vez que visitaban Florianópolis y nunca se arrepentía de volver. A pesar de ser hijo único, era de esa clase de personas que nunca se aburren y constantemente buscan algo que hacer, sin la necesidad de tener compañía. Además se sentía profundamente atraído por el mar, le fascinaba. Podría pasar tardes enteras en el agua, jugando con su tabla y las olas, viendo a los miles de turistas en la playa y analizando la posible situación de cada uno. Habían llegado hacía ya dos días y en vez de visitar el hotel de siempre, se vieron obligados a ir al de la playa norte porque estaba repleto. No le molestó para nada a partir de haber visto una especie de quincho a orillas de la playa lleno de luces y gente joven. Anotó en su lista mental la actividad "hacer nuevas amistades", y se prometió cumplirlo.
Ya podía sentir la sal del mar dentro de su estómago cuando decidió salir para comer algo. Su mamá, Graciela, lo invitó con un mate cuando lo vio aparecer. No recibió respuesta alguna y, a cambio, se sorprendió cuando lo vio correr en dirección al quincho de bebidas. Pensó en las raras actitudes de los adolescentes hoy en día y le pidió a su marido que le alcance el libro de Florencia Bonelli.
Posiblemente pasaría mucho tiempo, o incluso nunca pasaría, la oportunidad de hacer que Anna borre de su memoria semejante imagen. Definitivamente esto no le podía estar pasando, era uno de sus sueños, uno de sus posibles vuelos que hacía en su imaginación en donde era la protagonista de una película de amor y él corría hacia ella en cámara lenta... ¡Estaba sucediendo! ¡Ese era Lucas, la había visto, la había reconocido y en ese preciso instante recorría los 70 metros que los separaban! Y de repente... Estaba en frente suyo, a unos centimetros de su cara, jadeando y algo empapado en sudor, con los ojos clavados fijamente en los suyos mostrando una sonrisa torcida. Todo el cuerpo de Anna tembló. Sintió que estaba a punto de quebrarse y que perdía el equilibrio. Sintió que todo el mundo giraba. Sin pensarlo y sin siquiera sentirse preparada, lo besó. Como nunca se había animado a hacerlo. No le importo en lo más mínimo... Se sentía muy segura de querer hacerlo.
TO BE CONTINUED