Vamos a escribir sobre algo mágico que ocurrió este verano de 2016.
En realidad, vamos a hacer el intento de poner en palabras cosas increíbles.
Los seres humanos tenemos la chance de poder vivir una variedad inmensa de experiencias que enriquecen los cuadernitos de vida personales, que probablemente cuando abuelos recordemos sobre su existencia y los traigamos al presente por la inquietante curiosidad de los nietos o sobrinos que quisieron saber por qué nos conocimos con X persona, de dónde sacamos tal receta, quién nos enseñó a pintar de esa manera.
El 3 de enero me embarqué en un viaje que me devolvió llena de emociones, aprendizajes, amigos, energía, y otras formas de ver el mundo. Y me enseñó un montón de cosas sobre mí que no tenía idea que era capaz!
Cuando regresé tuve que comerme toda una semana de sentimientos encontrados, no se dan una idea lo difícil que fue y cuanto me costó, jamás en la vida me había sentido así. No era capaz de entender nada de lo que pasaba alrededor mío, hasta que: RUTINA. Me saludó con una cachetada que me despertó y sacó de la incomprensión constante y abrumadora; por un momento sentí que si no fuera por ella un millón de personas desbordarían por minuto (aunque parezca que en realidad la rutina es la causa de ello)
La rutina (aunque cansadora) es la guía espiritual de nuestro destino.
Vuelvo a practicar un poquito de hockey, visito a distintas personas, empiezo a calentar mis neuronas porque se acerca la fecha de un final que tenía por rendir. Parece que recupero el rumbo, y empiezo a comprender por que estoy acá y no allá, porque con el tiempo me apropié de un lugar mágico que me permitió vivir una experiencia zarpada. Y caminaba por las calles o tomaba colectivos como si hubiese vivido ahí toda mi vida. Y las personas con las que compartía el día a día eran lo más importante en el mundo.
A veces cuando camino por la vereda para ir a algún sitio, se me vienen a la mente un millón de imágenes o recuerdos. Imaginate la magnitud de felicidad que experimenté, que en esos momentos hago el constante intento de diferenciar si realmente lo viví, o sólo se trató de un gran sueño.
Hoy no lo diferencio más.
Viví un GRAN sueño.
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