Termine de aceptar que lo que estaba leyendo ya no entraba en mi cerebro como debía ser, simplemente era una ilusión, todo a mi alrededor me decía: dale, no jodas, frena acá. Y frené. Saludé a mi amiga y me di cuenta desde ese preciso momento el apoderamiento negativo que cargaba. No tenía ganas de joderla con algo, ni siquiera de decirle "chau, nos vemos mañana". Empecé a caminar y tenía intenciones de aprovechar ese camino de vuelta a mi departamento. Es mi parte favorita del día, esa sensación de que volves porque ya casi terminó el día. Me gusta caminar bien lento y ver todo lo que hay en el mundo. Pero hoy ya ni siquiera veía por donde caminaba. Tenía ese desgano que ni siquiera me permitía hacer una pseudo-mueca de una sonrisa. Todo mal. Lo peor de todo es darme cuenta que estoy así, creo que me empeora el triple las cosas. Estoy acostumbrada a que los ataques estos me pasan cada muerte de obispo (que expresión chota), y por eso me pesan tanto. Hasta que, hablando con una amiga, me replanteo la situación. Me dice que a lo mejor tengo que acostarme y levantarme mejor. O hacer algo que me hace feliz. Y cuánta razón tenía... Estaba llegando a la plaza España y casi que no me había dado cuenta de lo rápido que había hecho. El semáforo ese siempre se pone en verde cuando quiero cruzar, y como es tan largo me permitió la reflexión. Tal vez, querido lector, vas a creer que soy una persona fácil. Así es, esa palabra. Justo esa. Pero no deberías creer que me refiero a esa concepción actual del término fácil, con el cual las personas etiquetan a aquellas damas cuya discreción es tan mínima que se le conocen todos los deslices amorosos. No señor. Porque a mi me hacen feliz cosas tan insignificantes y estúpidas que tal vez resulten una broma. Por ejemplo, cada vez que paso por una cuadra cercana a mi departamento, en mi calle, hay una lavandería que desprende un olor riquísimo, casi mejor que el de una panadería. El chico que atiende una vez me sonrió. Ahora, cada vez que paso, ambos lo hacemos. Y eso me hace feliz. Como cuando me pongo una remera limpia. Como cuando en la radio pasan un tema que me recuerda a algo. Como cuando hablas con alguien que te hace reír incluso cuando estas en negativa al 100%. Así, hay millones de cosas. De repente me di cuenta de que llegué y ya no es tan pesado todo. Y que puedo pensar en un montón de cosas que te levantan el ánimo. Pero como cuesta a veces, ¿no? Hay que hacer un pequeño esfuercito y... Expecto Patronum!