Anna
llegó a su habitación y se tumbó en la cama. Sentía una presión muy fuerte en
el pecho. ¿Realmente nos duele el corazón cuando nos sentimos mal? Es increíble
como un revuelco en la panza y una punzada de dolor en la zona de los pulmones
hace que nos enrosquemos en nuestros propios brazos y tengamos la necesidad de
llorar permanentemente, como si el mundo llegase a su fin. Con toda la cabeza
metida en la almohada, Anna no podía respirar bien y por momentos se ahogaba,
pero no quería que se escucharan sus sollozos para hacer que Martín acudiera a
su habitación. No quería que nadie supiese lo que había hecho en realidad, le
acababa de romper el corazón con palabras inapropiadas a alguien que nunca la
trató mal, que nunca hizo nada malo. Simplemente nunca había sentido con
claridad algún tipo de cariño hacia él. Toda esa cantidad de “te quiero” que se
decían no significó nunca nada para ella. Necesitaba tanto hablar con su prima
Mari... Seguramente ella sabría ver las cosas y lograr que se calme. Hasta le
habría dicho que fue lo mejor que podría haber hecho en su vida. ¿Y no era así?
¿No acababa de superar ampliamente su debilidad para decir las cosas de frente?
¿No había hecho lo que sentía su corazón?
Sí. Exactamente
eso. Se sentó en la cama, y su reflejo en el espejo mostraba a una adolescente
hermosa que le devolvía una sonrisa. Siempre que lloraba se le ponía toda la
cara colorada y eso le daba gracia. Además, ya nada tenía más importancia que
la sensación de libertad que tenía. Mientras estaba en el baño quitando toda
prueba de su llanto sintió su celular, y, para su sorpresa, era Lucas. Se puso
la remera nueva que había comprado y salió directamente a la playa… Las
conspiraciones habían actuado una vez más a favor del amor de su vida.
Después
de una última semana en Brasil en donde a Anna el amor de Lucas la tuvo ocupada
las 24 horas de cada uno de los días, los Van der Veen volvieron a su hogar y
se encontraron con una sorpresa: nuevos vecinos.
Al bajar
del auto, Anna vio a una chica un par de años más pequeña que ella, de mediana
estatura y el pelo castaño claro. Estaba bajando unas cajas de la parte trasera
de una camioneta gris. Llevaba puestos unos jeans gastados y una musculosa
negra con la inscripción “Say no more” en la parte de adelante. Cuando la vio
girar para empezar a caminar hacia su nueva casa, una pequeña rasta se asomó
sobre su cabello atado. A Anna le gustó eso.
-
¡Anna! ¿Querés ayudarnos a bajar las cosas?
La voz
de su mamá la hizo volver en sí. Sentía curiosidad por su vecina nueva.
- Voy
ma.
En su
casa había olor a encierro. Se apresuró a acomodar unas cosas de la cocina y
subió corriendo las escaleras hacia su cuarto. Extrañaba mucho su cama… Abrió las
ventanas y respiró aire puro; a pesar de que sus vacaciones habían terminado,
era bueno estar en casa. Qué lindo era pensar en la vuelta de Lucas en unos
días para invitarlo a su casa y contarles a sus padres que estaban juntos de
nuevo. Ya lo estaba extrañando y tan solo había pasado un día de su despedida.
El tiempo que quedara hasta que él regrese iba a ser duro…
Acomodó
su ropa y guardó la valija. Encendió su notebook y puso un poco de música para
relajarse y descansar después de semejante viaje. Ya casi estaba dormida cuando
empezó a escuchar un tema de Los Redonditos de Ricota que sonaba con toda.
Subió un poco los parlantes y se asomó en la ventana para ver de dónde provenía.
En frente estaba ella, su nueva vecina, abriendo la ventana de su cuarto. Anna
pudo sentir cómo las ondas sonoras viajaban por el aire hasta llegar a ella
para provocarle una constante vibración en la panza.
¿Qué
onda con la piba esta? Yo puse música primero. Este es mi barrio.
La
chica nueva se percató que la estaba observando y giró (con una ligera intención
de provocarla) el volumen hacia la derecha. Luego sonrió con satisfacción y se
puso a cantar. Anna la imitó. La chica nueva volvió a repetir la acción e
inmediatamente el tema de Gotye de Anna se escuchó como apenas un murmullo,
aplastado por el sonido inconfundible de la voz del Indio Solari.
Ah no, no lo puedo creer. ¿Apenas hará un
día que está instalada y ya se cree dueña del mundo? A esta pendeja hay que
frenarle el carro.
La
chica nueva la miraba con expresión desafiante, como si no le temiera a nada. Anna
estaba enfurecida… Asomó la mitad de su cuerpo por la ventana y le gritó:
- ¿Qué
haces? ¿No ves que estoy intentando escuchar música tranquila?
- Mm,
la verdad es que no lo veo. Ni tampoco lo escucho, ¿en serio sale algún tipo de
sonido de esos parlantitos?
Me está cargando. ¿QUIÉN-SE-CREE-QUE-ES?
- ¿Pero
quién sos nena?
- ¿Qué
te importa? Y yo no soy ninguna nena. Vieja.
¿Vieja? Ah no… esto se le está yendo de las
manos. La voy a matar.
TO
BE CONTINUED